jueves, 25 de julio de 2013

A TREINTA Y SIETE GRADOS SE DERRITEN LOS RELOJES


Supimos la verdad más tarde, cuando no había testigos, las salas y los ascensores en una sinfonía destartalada de color y gritos, el Guernica naufragando en un submarino gris lleno de penumbra, con un intenso olor a humedad, dos matones a los lados y reproductores de Babel regalando las orejas, como siempre que lo observo me entraron ganas de lanzarle un directo y destrozarlo, también de llorar. Y de los rincones fueron apareciendo las sombras de Cadaqués, Port Lligat, un tobogán de bigotes, la materialización de los sueños, todos los juegos, el juego, y Dalí desde su ojo abierto en canal, y Gala desde su canal abierto a la lírica, aquel secreto nos mordía como la hormigas devoraban nuestras manos, la primera vez fue en Figueras, un pan de pages, la gallina o el huevo, tus manos adolescentes, agua pasada. Hoy delante del rostro del gran masturbador, una masa viscosa nos impregna, la eyaculación definitiva del tiempo.


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