domingo, 20 de enero de 2013

AGUJAS




Iba caminando de tu mano y me abrigaba en tu sonrisa perpetua, habías descubierto en mis deditos un sentido para empujar el viejo propósito de la felicidad, y ese día me enseñaste que las catedrales emergen de la tierra, y los obeliscos de violento carmesí se levantan desafiando el hielo sordo del invierno, y me hablaste del origen pretérito de esos montes, Los Mansuetos, de sus grietas y arrugas, de las costuras provocadas por el hombre y de la sangre que fluye por sus arterias reventadas. Hoy te digo que tarde o temprano me iré, lo sabes, y eso te pone triste, escucha, no hay nada mejor que uno de tus besos, nada mejor que una de tus caricias, nada mejor que saber que siempre estarás ahí.





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