Aquéllos momentos donde el porvenir resultaba un derecho, un prisma opaco de trabajo, heridas y flujos de andar por casa, por la espalda, se colaron como un rayito de sol los nuevos alfabetos del corazón, ni las molestias ocasionales pudieron ocultar su fuerza irónica y adolescente. Hoy sería imperdonable no levantar la copa de vino y celebrar con sangre la arrebatada y violenta existencia del amor.
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