Me llamo Roberto Sánchez y juro que
he cambiado.
En la
yema de los dedos empecé a sentir el silencio resquebrajándose con el zumbido
metálico de los cerrojos, el golpeo de las puertas era violento, las hojas de
cristal gruñían ajustándose a la soledad del páramo de Nombrevilla.
La
extraña despedida, una familiaridad de años desconfiados, me había convertido
en un animal doméstico, abandonado a la suerte de un hábitat hostil,
desconocido, la libertad.
Atravesé
con inquietud las últimas rejas, los últimos adioses, el viejo profesor de
informática y su “no vuelvas”, las armas cargadas de los guardias civiles, sus
ojos desbordados, firmas y nuevos caminos que me empujaban a abandonar el
Centro Penitenciario de Daroca, y tú me esperabas en un coche destartalado a la salida.
Empezaban
a caer los primeros rayos de sol del verano, estábamos en junio y el calor se
agarraba al cuerpo como una alimaña hambrienta, secaba el aliento.
En
casa me dijiste que las cosas cambian, que una persona de tu trabajo te gustaba
en serio, que era emprendedor, atractivo, culto, todo lo que yo no
representaba, y así cargándote de razones me fuiste volcando las patatas
cocidas en el plato, y abriste una botella de vino de Borja para acompañarlas,
de fondo un programa de televisión donde todos gritaban sin escucharse.
Era
de locos, tantos años intentando escapar al fanatismo y ahora quería resarcirme
contigo, me habían llegado noticias de que a tu cama llegaban otros chicos,
aventuras esporádicas, pero esta vez algo había cambiado, me quemé el paladar
con una patata y no pude reprimir una lágrima, me bebí de un trago el vino que
llenaba el vaso.
En
una ocasión nos habíamos prometido fidelidad, paseábamos por el Retiro entre
turistas, rozando nuestras manos entre el burbujeo de las carpas del estanque,
la vegetación y su murmullo, los payasos, los músicos, todos ajenos a nosotros,
cada cual a lo suyo, teníamos doce años, y ahora con sigilo sé que hemos tocado
fondo, con dulzura me dices que me busque la vida, que ya soy parte de tu
pasado.
Salgo
a la calle y sigue el calor, tú te alejas, pero no me rindo, te voy a seguir,
nunca has sido nada sin mí.
Me llamo
Roberto Sánchez y juro que fue sin querer.
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