Casi nadie lo sabía, caminaba despacio y solitario entre cubos de basura, escudriñando la mierda de otros, y allí encontró los dedos tumefactos de Bolaño al volante de un Impala, el vómito reciente de Bukowski sobre un giro postal, la rabia impostada de Ginsberg imitando a los lobos y el vuelo sin motor de Leopoldo María Panero, eso lo cambió todo. Empezó a comerse las metáforas como el que devora un hígado, tenía hambre. En las jeringuillas no cabía más heroína, en el psiquiátrico de Mondragón no cabían más locos, y en la casa de Astorga no cabían más desencantos. Si cierras los ojos podrás sentirlo, me dijo, ver la tierra prometida de Nunca Jamás, allí la voz de Bunbury dice Peter Punk, Peter Punk, y el día por fin vence sobre la llama de los cirios. Tú ya lo sabías de antes, Fabio Sherpa tiene razón.
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