martes, 24 de septiembre de 2013

EL ÚLTIMO VUELO DE LOS AVIONES ROQUEROS





Todo empezó como una inmensa broma entre geógrafos, un desafío, un juego perverso, el objeto era una chica, como siempre en estos casos, y claro el honor también, a la antigua. Si uno disertaba sobre la orogenia alpina, el otro sobre el macizo paleozoico, si uno sobre el polje que inyecta el semen al padre Tajo, el otro sobre el tapiz agujereado del campo de dolinas entre Villar del Cobo y Griegos, si uno sobre el vertedero de historias que es la sima de Frías de Albarracín, el otro sobre el poder escultórico del carbonato cálcico en la vegetación de la cascada de Calomarde. Firmaron un empate técnico, y volvieron a la carga, el combate se presentaba encarnizado, literatura, que si uno entendía la vida como Arturo Belano, el otro como Benno von Archimboldi, que si uno era un perro romántico, el otro un infrarrealista agresivo, la musculatura de sus argumentos se mostraba vigorosa, dibujos animados, lo lascivo de Shin Chan y lo majestuoso de los Caballeros del Zodiaco frente al untuoso David el Gnomo y el inverosímil Willy Fog. No había vuelta atrás, estaban en situación de colapso, buscaron un lugar neutral donde acabar con todo eso, allí donde las plantas insectívoras movían la tierra, el Tremedal, la tarde caía y no tenían espadas láser, así que se quedaron en silencio y sonrieron, después sus palabras se mezclaron con una risotada juvenil “¡Somos putos geógrafos!”, un pacto entre caballeros me impide resolver el enigma de lo que pasó, eso sí, mientras ellos se abrazaban, la chica, cansada de esperar, se aferraba a un tipo que pasaba por ahí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario