Quiso construir un mundo de lenguas entrelazadas, de tendones, de uñas, de sudor, de salivas viajando sin sentido hasta ser tragadas, devoradas por un puñado de esófagos hambrientos, y no fue capaz.
En el momento de la soledad se sintió culpable, maldito, perdido en la mística de la superficialidad, y se agarró a las cruces como un náufrago a su tabla, pero ya era viejo, y no tenía historia, recuerdo que lo vi pasar una noche hacia su casa, dando tumbos, borracho, como si fuera un ángel o tal vez un tipo sin suerte, y quien sabe si las dos cosas.
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