Paseábamos por Alfama cogidos de la mano, zigzagueando entre flores, cacharros por el suelo, ropa tendida de cualquier manera y gritos, muchos gritos. Me miraste como el que espera una tabla de salvación o una condena, bajamos hacia una calle empedrada, de fondo el elevador de Santa Justa y Dulce Pontes, en la terraza el calorcito de junio. Pedimos sardinas y bacalao, nada nuevo, también Oporto, pasó un chico joven y guapo y vuestros ojos se enredaron, a la traición también se llega por el desgaste, el tedio, los primeros dolores de la madurez. Pagué, me fui solo, cogí el primer tranvía y llegué al Castillo de San Jorge, me fijé en el estuario del Tajo y me acordé de la Sierra de Albarrracín y de los días azules donde todo estaba por descubrir.
domingo, 16 de marzo de 2014
jueves, 6 de marzo de 2014
FABIO SHERPA TIENE RAZÓN
Casi nadie lo sabía, caminaba despacio y solitario entre cubos de basura, escudriñando la mierda de otros, y allí encontró los dedos tumefactos de Bolaño al volante de un Impala, el vómito reciente de Bukowski sobre un giro postal, la rabia impostada de Ginsberg imitando a los lobos y el vuelo sin motor de Leopoldo María Panero, eso lo cambió todo. Empezó a comerse las metáforas como el que devora un hígado, tenía hambre. En las jeringuillas no cabía más heroína, en el psiquiátrico de Mondragón no cabían más locos, y en la casa de Astorga no cabían más desencantos. Si cierras los ojos podrás sentirlo, me dijo, ver la tierra prometida de Nunca Jamás, allí la voz de Bunbury dice Peter Punk, Peter Punk, y el día por fin vence sobre la llama de los cirios. Tú ya lo sabías de antes, Fabio Sherpa tiene razón.
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