Había descubierto un espejo donde habitar, treinta y tres años más viejo que él, el pelo blanqueado por las noches en vela, las arrugas de las manos por la presión del boli BIC, tuvo la sensación confusa de reconocer sus gestos en el rostro del otro, sus pieles morenas eran un calco de idas y vueltas a las playas del Mediterráneo, quiso decirle algo pero no pudo, lo único que escuchó fue el silencio de una foto. Desperdigados por la alfombra rodaban unos poemas fechados en 2011, hablaban de un niño y tantas cosas, sintió una lágrima salada en la comisura de los labios y un viento helado en la nuca, entonces comprendió que siempre es demasiado tarde para decir te quiero.
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