Estoy
cabreada, no ha venido, me dijo que era la mujer de su vida, me lo iba a
demostrar, y que para nada le importaba que fuera actriz, si me besaba con
otros chicos y con otras chicas era un mal menor, me entendía y me animaba. No
quería quedar en una cafetería en Atocha, ni en un centro comercial en San
Sebastián de los Reyes, así que se le ocurrió que un pueblo abandonado en la
provincia de Teruel, a más de trescientos kilómetros, sería algo especial,
único. Mi Penélope me susurra siempre, es inteligente, divertido y guapo, lo
tiene todo. Llegan los vencejos, hace calor, se hace de noche y empiezo a
sospechar que algo no va bien. Sin darme cuenta me agarran por detrás, unas
manos fuertes me empiezan a apretar el cuello, estoy sin aliento, me asfixio. De
fondo se escucha una voz aflautada que me susurra… “mi Penélope”.
¡Corten!